Acciones modernas de andar por casa

A veces lo más simple se convierte en agradable, en ocasiones los lugares más insospechados te alegran el día; cosas que no entraban en el guión pero que a partir de ahora se convierten en parte de tu agenda. Hoy domingo (y el anterior también) he vuelto a visitar el rastrillo de Plaza de San Francisco, ésta vez junto a Jóse del Valencia Scooter Club, el cuál también ha caído en el vicio de comprar vinilo. ¿Se convertirá ésta afición en una droga dura expuesta a prohibición por parte del gobierno de turno? Quién sabe. El caso es que hoy he vuelto a comprar material patrio, en concreto Los Mismos y Los Stop y si juntamos el LP Motown de Stevie Wonder que me agencié el pasado domingo me encuentro con que mi discoteca particular se ha agrandado a un precio minimo porque, aunque no os lo creáis, se pueden coleccionar discos sin gastarse 200 €; os lo aseguro.
Sin embargo éste no ha sido el momento destacable del fin de semana. Dicho espacio temporal se produjo ayer por la noche. Y no fué en un garito rodeado de crápulas como yo, ni bebiendo birras o cubatas, no, fué en un café y tomando un irlandés tras una sencilla cena y después de renunciar a salir de marcha por miedo a no encontrarnos con nadie y aburrirnos fatalmente. Durante todo el rato que estuvimos sonó James Brown, blues, ska, los Beatles, un pequeño paréntesis protagonizado por Willie De Vil y dos o tres temas de música house, otra vez blues...etc. Una bendición, y algo que no me extrañó pues siempre que he ido al Café Universal (C/Fernado el Católico) siempre ha sonado de fondo ésta colección de sonidos supremos, incluído el jazz por supuesto. Así que ya veis, los buenos momentos a veces llegan de improviso, en una tranquila cafetería y rodeado de gente incluso más mayor que tú. Hay que joderse.